LA DICTADURA DE TRUJILLO Periodo del 1940 al 1950

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La década de los años cuarenta fue terrible para la vida del pueblo dominicano bajo la dictadura de Trujillo. Aprovechando las limitaciones originadas en todo el mundo por el estallido de la 2da. Guerra Mundial, iniciada en 1939, el tirano fue cubriendo a la nación en un amplísimo monopolio comercial, industrial, agrícola y ganadero que todo lo controlaba.

Así por ejemplo, como la guerra originó restricciones en el plano del abastecimiento de combustibles, repuestos y neumáticos de vehículos, etc., creó junto a varios socios y familiares una red que controlaba los suministros de esos productos, y como el conflicto bélico originó alzas desmesuradas en los principales renglones agrícolas, (café, cacao, tabaco, etc.) fundó varias empresas dedicadas a su exportación y estableció controles oficiales en los precios de compra a los productores del campo, realizando de esa forma operaciones en el mercado internacional con beneficios infinitos.

La misma fórmula aplicó a los artículos de consumo masivo, como la leche, la carne, el arroz, la sal, aceite comestible y el tabaco.

En aquellos días el hambre y la miseria se extendió como nunca, pues los precios de los artículos de primera necesidad se situaron por las nubes. Una libra de arroz se vendía en 1942, a 6 centavos de dólar la libra, la carne de res de segunda a 25, a 0.15 la botella de leche, a 45 centavos la botella de aceite de maní, cuando el salario semanal de un obrero era de 3 pesos, el de un guardia y un policía 12 pesos al mes.

En el caso de la leche, aceite comestible, la carne y el tabaco, junto a sus familiares creó varias industrias para su procesamiento y comercialización, como el Matadero Industrial, la Industrial Lechera, La Manicera y mediante compra forzada, tomó el control de la Cia Anónima Tabacalera de Santiago.

El negocio de la industria de la construcción y de ferretería, tampoco escapó a sus ambiciones, creando en aquellos días otra empresa administrada por Francisco Martínez Alba, hermano de su esposa, que monopolizó todas las compras de artículos ferreteros del Estado, y para redondear en tales actividades, con fondos provenientes de un crédito otorgado al Estado por el Eximbank de Estados Unidos, creó la Fabrica Dominicana de Cemento, bajo la administración de su pariente, el Ing. Iglesia Molina.

Por aquellos días el área financiera de la economía también pasó a sus manos, creando primero una empresa usurera propiedad de su mujer que compraba los sueldos de los empleados públicos con un descuento del 10%, fundando la compañía de Seguro San Rafael CxA, y obligando al comercio y la industria a asegurar sus empleados contra accidentes de trabajo, más tarde comprando el First National City Bank y fundando el Banco de Reservas para situarlo al servicio de sus negocios. Casi al mismo tiempo con la colosal estafa que le permitió recoger los dólares que circulaban en el mercado, para cambiarlo por un nuevo papel moneda (el peso dominicano), se apropió del superávit superior a los once millones de dólares, en la operación que originó el canje de los dólares circulantes por el peso dominicano, al momento de la creación del Banco Central.

Durante esta década la represión arreció en los campos y los pueblos y miles de campesinos que no podían proveerse por falta de recursos de su Cédula Personal de Identidad, fueron remitidos al trabajo forzado gratuito en las haciendas de Trujillo, sus socios y familiares.

En la década de los años cuarenta, pese al ambiente represivo imperante, se registraron las primeras grandes huelgas de los trabajadores azucareros en demanda de mejoras salariales; y al propio tiempo, las presiones internacionales que se crearon contra la dictadura después del triunfo de los aliados contra el fascismo en 1945, obligaron al tirano a una breve apertura que posibilitó la actuación de sus opositores.

Apertura esta última que duró apenas menos de un año, pues después de la muerte de Roosevelt (1946) y la llegada al poder de Harry Truman y los inicios de la Guerra Fría en 1947, el tirano dominicano convertido ahora mediante leyes aprobadas al vapor por sus congresistas en “campeón del anticomunismo”, reinauguró su política represiva infernal, asesinado, encarcelando y obligando al asilo a centenares de jóvenes opositores.

Por esta década en su años finales, además, el régimen entró en una fase de vivo temor por el ascenso al poder, primero de Rómulo Betancourt en Venezuela, de Arevalo en Guatemala, y de José Figueres, en Costa Rica, mandatarios que se hicieron solidarios con la causa del pueblo dominicano y con cuya ayuda los exiliados dominicanos, que ya sumaba varios miles, organizaron en Cuba en octubre de 1947, la fallida expedición de Cayo Confites, y dos años después, en junio de 1949, en Guatemala, el desembarco de Luperón.

La década de los años cincuenta se cierra con el acoso iniciado por Trujillo contra empresarios azucareros norteamericanos y la compra de muchos de sus ingenios, con una campaña de descrédito desatada contra la empresa estadounidense que servía la energía eléctrica y que condujo su posterior “nacionalización” y los inicios de la creación de un extraordinario monopolio azucarero, consolidado con la inauguración, primero del Ingenio Catarey y el Central Río Haina, construidos ambos después que el tirano se adjudicó a su favor la propiedad de millones de tareas de tierra del Estado y de varias grandes fincas expropiadas a hacendados privados y del otorgamiento de varios préstamos concedidos por el recién creado Banco de Reservas.

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