Empresas azucareras

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Trujillo y la Iglesia
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A finales de la década de los cuarenta, cuando ya hasta la prensa de los Estados Unidos admitía que la fortuna de Trujillo lo convertía en uno de los hombres más poderosos de América Latina, y luego del establecimiento de la Fábrica Dominicana de Cemento, que agregó a sus negocios el monopolio del abastecimiento de ese producto en las construcciones, el déspota dominicano decidió incursionar en la industria azucarera.

El primer paso dado por Trujillo en el negocio fue la construcción en 1949 del ingenio Catarey, a 45 kilómetros de la ciudad capital. Ese mismo año, a su vez, culminó la construcción del ingenio Río Haina, que la propaganda oficial definió como “el más grande del mundo”.

A partir de la incursión de Trujillo en los negocios azucareros, se dio inicio a una campaña de crítica de los ingenios norteamericanos. Esa campaña comenzó con la publicación de la novela Over de Marrero Aristy. Marrero Aristy fue el colaborador del tirano que sirvió de enlace en 1946 para lograr el retorno al país de los comunistas dominicanos exiliados en Cuba, Marrero Aristy fue luego asesinado el 28 de julio de 1959 por orden de Trujillo en un accidente de tránsito simulado por haber declarado ‘‘que Trujillo estaba políticamente liquidado, y que él se lanzaría a la búsqueda del poder, para realizar una revolución pacífica, que sacaría del estado de indefinición social y económica, a la mayoría del pueblo dominicano.’’

El acoso a los emporios azucareros norteamericanos terminó con un arreglo amistoso en 1956 mediante el cual Trujillo compró a sobreprecio, por la suma de US $35,830,000 los cinco ingenios de la West Indies Sugar. Más tarde hizo la compra en iguales condiciones de otro ingenio de propiedad individual. Para efectuar estas operaciones Trujillo utilizó un préstamo del Banco de Reservas de propiedad estatal. Además tanto en ese préstamo como en la deuda pendiente actuó como garante el Banco Central. Solo el Central Romana, de la South Porto Rico Sugar Co. y la Casa Vicini, permanecieron como empresarios privados en el negocio.

Estas operaciones de compra convirtieron a Trujillo en el verdadero amo de la economía nacional, pues ahora controlaba cerca del 80% de toda la producción industrial y sus empresas empleaban alrededor del 45% de la mano de obra de todo el país.

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